Así llegó Newton a nosotros, moviendo su rabillo pidiendo ayuda por favor. 
Estaba además de delgado, parasitado y al límite de un golpe de calor.
Le habían arrancado el chip y tirado al campo, a que muriera allí de sed...
Lo que no sabían cuando hacían eso tan inumano es que alguien no miró para el otro lado y salvó la vida a Newton. 

¿Pero cuantos se nos quedan en el camino? Esos son los que más pesan. Por eso cuando ayudamos a uno nos dejamos el alma, con la esperanza de que algo llegue a los invisibles que tanto nos duelen.
Necesitamos casas de acogida para poder seguir salvando vidas.

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